Relatos Salvajes: desconcierto que funciona

Una de las pelis que he visto este año y que me ha impresionado profundamente es Relatos Salvajes (2014), del director argentino Damián Szifrón y producida entre otros por los hermanos Almodóvar. A nivel de narrativa, la historia me parece original y desgarradora, ya que se compone de seis cortos independientes cuyo único elemento común es la brutalidad, la ira y la pérdida del control, normalmente ocasionadas por la venganza. Es una peli cruda, con un guión y un trabajo actoral brillantes. También llega a ser aterradora, porque estas situaciones brutales les ocurren a personas completamente normales, como tú y como yo, vaya, y además ocurren por las buenas.

Aparte de que la peli como tal me encantó, lo que más me llamó la atención y me fascinó por completo es el tratamiento tan original de la música y su contradictoria relación con la imagen. No se trata de una Música Original al uso que de forma empática apoya y refuerza lo que ocurre en escena, sino todo lo contrario. El compositor Gustavo Santaolalla consigue crear un efecto aún más impactante en el espectador a través de una música completamente anempática (es decir, indiferente, como a su bola, que no refuerza ni fortalece el drama vivido por los personajes). Para conseguir este objetivo, el filme cuenta además con diferentes músicas preexistentes (como el tema Aire Libre de L. Belmond, conocida cabecera de un programa de televisión; o el tema de amor de la película Flashdance), y con un muy abundante uso de la música diegética.  Así, una lucha a muerte dentro de un coche suspendido en un precipicio se acompaña de lo que suena en la radio en ese momento, que por supuesto no es nada dramático sino más bien casposo (no he encontrado ese clip, pero me puso los vellos como escarpias…). La sensación es muy disonante: el mundo sigue, a nadie le importa tu drama personal, y sobre todo, cuando empieza el peor momento de tu vida, no va a sonar el Dies Irae de repente para sumarle intensidad a tu situación (sobre todo si ese momento te pilla escuchando Radio Olé…). Total, que me parece un recurso maravilloso para imprimirle realismo y crudeza.

Aquí te dejo un par de clips de una de las historias, Hasta que la muerte nos separe. Es cierto que, si no has visto la peli completa, a lo mejor no te parece tan raro o impactante… por eso yo te recomendaría que, si tienes un rato, la vieras entera, porque creo que es una joyita. Eso sí, una joyita un poco cafre, así que… take it easy! 😉

1. En pleno vals de los novios, ella descubre que su ya marido se la está pegando…con una invitada! Pero el vals sigue sonando, indiferente al tono de tensión que va adquiriendo el diálogo…

 

 

2. Y… una vez liada pardísima, la novia (una espectacular Érica Rivas que da más miedito que la factura de la luz), sigue con la fiesta (con SU fiesta):